El programa Vacaciones en Paz aleja del “infierno” a treinta niños saharauis acogidos por familias murcianas
- Juani Abenza, presidenta de Sonrisa Saharaui, convivió en los campamentos de refugiados durante ocho días y admite que “no sé cómo aguantó mi cuerpo temperaturas de 50 grados”
Juani Abenza lleva mucho tiempo viajando a los campos de refugiados saharauis en diversas épocas del año, “pero nunca ha vivido estas altas temperaturas de 50 grados”, señala la presidenta de la asociación Sonrisa Saharaui. Después de ocho días conviviendo con ellos, Abenza regresó el domingo para acompañar a treinta niños saharauis que forman parte del programa «Vacaciones en paz» en la Región de Murcia.
Este proyecto, coordinado por dicha asociación, tiene como objetivo ayudar a niños refugiados en campamentos del sur de Argelia y proporcionarles un verano en mejores condiciones. “No sé cómo aguantó mi cuerpo, y no sé cómo ellos pueden sobrevivir”, señala la presidenta de Sonrisa Sahararui. Por seguridad de la cámara de móvil ante el sofocante calor, había momentos en que Juani no podía ni enviar una captura de pantalla.
Ella dormía “como privilegiada en un colchón” en una casa de bloques, sin ventanas y con grietas en el tejado. Los saharauis son hospitalarios y “miran por el visitante”, motivo por el cual a ella le ofrecían botellas de agua para poder refrescarse o ducharse, “pero ellos ni eso”, indica.
“Me ha sorprendido la capacidad de aletargamiento y de resistencia que tienen para aguantar esas temperaturas”, señala. Y explica que “allí a las seis de la mañana todo el mundo está en pie para echar de comer a las cabras, hacer pan o desayunar lo poco que tienen. Pero a las nueve de la mañana, cuando ya marcaban 43 grados, todo el mundo en casa y así todo el día, hasta que las diez u once de la noche nos situábamos en 40 grados y se podía reaccionar”, sostiene.
«Alejarlos del infierno»
Juani Abenza afirma que “el calor era tan intenso y había tanta humedad, que no podías ni hablar”. Por todo ello tiene cada más claro la necesidad de llevar a cabo un programa como Vacaciones en paz, con el fin de alejar a los niños de las condiciones extremas en las que se pasan allí los veranos. “Se trata de alejarnos de ese infierno”, remarca Abenza.
En este sentido, a raíz de la pandemia se redujo el número de familias de acogida. “Pero estamos remontando y este año hemos aumentado en más de un treinta por ciento”, confiesa con optimismo.
Uno de los servicios que proporciona la asociación es el chequeo médico al que se someten los niños recién llegados. “Hay cuatro niñas que necesitan lentes”, apunta Abenza. Además, durante los dos meses de estancia en la Región “llevan una alimentación equilibrada”, indica.
A pesar de que disfrutarán durante dos meses de unas condiciones de vida confortables, “los niños siempre quieren volver con sus familias a los campos de refugiados”, señala la presidenta de Sonrisa Saharaui.
Entre las personas que el pasado domingo recibieron a los niños en el campus universitario de Espinardo estaba el alcalde de Molina de Segura, José Ángel Alfonso Hernández, ya que el Consistorio molinense siempre ha colaborado con este programa. El regidor se comprometió a habilitar nuevos espacios adaptados a niños con problemas de movilidad de cara a futuras ediciones.