El confinamiento desde el Alzheimer
Ya hemos superado la barrera de las 2 semanas de confinamiento y las familias molinenses llevan esta situación como pueden, cada una a su manera, en función de sus circunstancias. Circunstancias algunas más complicadas que otras, claro está. Es el caso del confinamiento que le ha tocado vivir a Raquel G. S., una molinense que vive con su madre que padece Alzheimer. El cierre del centro de día donde acudía su madre a diario ha trastocado la rutina de toda la familia. Especialmente, la rutina de su madre, Virginia, y la de ella misma, que es su principal cuidadora. A esta particularidad hay que añadir un marido autónomo teletrabajando, un hijo adolescente y un sobrino, adolescente también, que se encontraba en su casa cuando se decretó el estado de alarma y ya se quedó. La familia tiene también 3 perros, así que <<desde luego no nos aburrimos>> comenta Raquel.
Antes de que el Coronavirus hiciera presencia en la Región, Virginia acudía todos los días de 9 a 17 a un centro de día. Ahora no entiende esta nueva situación y <<todos los días me dice que se va, o vamos, que llegamos tarde, no entiende lo que está pasando, la primera semana ni siquiera quiso comer, porque decía que ella come «allí» (en el centro)>> nos explica su hija. Raquel está tratando de hacer todo lo posible para asemejar el día a día de su madre en casa al que tenía cuando acudía al centro de día. Se despierta muy temprano, igual que siempre, y hacen el mismo horario. La asea, desayunan e intenta que se entretenga hasta la hora de comer, mientras ella atiende su oficina y prepara la comida. Por la tarde, si lo consiguen, su hijo le hace hacer un poco de gimnasia y alguna de las actividades que le han mandado desde el centro. Toma la merienda, después la cena, aseo y, finalmente, la acuesta.
Raquel asegura que este confinamiento está afectando bastante a su madre. Al no querer comer la primera semana y hasta que ha encontrado la manera de hacer que coma Raquel estaba muy preocupada. Y a nivel mental y cognitivo el impacto del encierro también es visible: <<se pasa el día dando vueltas, cambiando cosas de sitio, preguntando que ha hecho para que no la deje salir, y habla todo el día, no sabemos con quién…>>. Raquel reconoce que ella también se está viendo afectada por esta situación, << siento que me odia por no dejarla salir, aunque tengo que repetirme que no es personal, que no me odia a mi por quién soy, ya que a veces no sabe realmente quién soy, solo soy la que no le deja salir, le quita las cosas que coge y le ha cerrado el armario con llave porque lo vaciaba todos los días>>. En la familia todos intentan poner de su parte para llevarlo lo mejor posible. Su marido trata de «suavizarla» y su hijo ayuda dándole juego y haciéndola reír cuando está muy enfadada.
Desde el centro han llamado para hacer un seguimiento del estado de salud de su madre. Le han enviado actividades por email y mandalas para colorear, aunque no siempre es fácil llevar a cabo alguna actividad, <<rompió los colores y el mandala y pintarrajeó los muebles>> nos comenta Raquel. A su madre le tocaba revisión con su neuróloga el 24 de marzo pero al no poder realizar la visita, su médica le ha ajustado la medicación y ha incluido en la receta electrónica un nuevo medicamento para que se tranquilice un poco. Raquel ha conseguido, al menos, que le concedan una autorización para que pueda salir a pasear periodicamente con su madre aunque todavía no le ha llegado.