Madres, menores y confinamiento. Nos lo cuentan ellas.
Aunque a cualquiera se le puede hacer cuesta arriba el confinamiento, para algunas personas estos días de encierro la cuesta está especialmente pendiente. Hablamos de personas para las que el distanciamiento social, compatibilizar las tareas de cuidado con el teletrabajo o simplemente mantener cierto equilibrio mental supone más que una subida, una escalada. Les contamos el caso de 3 mujeres.
Raquel T. S. tiene una hija de 3 años y una pareja que trabaja en el sector del transporte. Lleva sin verla 14 días. Antes de que se decretara el estado de alarma y por el trabajo de él tampoco se veían a diario pero normalmente lo hacían, al menos, una vez a la semana. Como mucho podían estar 15 días sin verse, así que, aún pueden decir que están dentro del plazo <<pero ahora es distinto, todo es distinto, el mundo que conocemos está patas arriba>> nos cuenta. Fue duro para ambos decidir que, dadas las circunstancias, no podrían verse. Él se quedaría en el piso que tienen ambos en Roquetas (Almería) cuando llegara de viaje y si tenía algún día libre y ella permanece junto a su hija en la casa de sus padres en Molina de Segura. Como todos, unos días están más animados y otros menos, pero lo que les trae de cabeza a esta pareja es no saber cuándo se verán, <<y no es que en nuestra, digamos, vida normal, solamos tener una respuesta a esa pregunta, pero es que ahora la interrogante es mayor, y bueno, nos ha tocado asumir esta realidad y procuramos hacerlo más llevadero tratando de hablar de cosas que nos alegran, como planes que tenemos en marcha>>. Su hija, que aunque está acostumbrada a estar separada de su padre, también le echa de menos, se lo dijo la otra noche y ella también habla de planes como ir con papá en el coche blanco a tomar café. Y el coche blanco (el de la pareja) y el café, ya sabemos que son para ella una metáfora de cercanía.
Todo esto les ha pillado a la pareja en un momento en el que, por fin, estaban intentando iniciar un proyecto en Molina para estar más tiempo juntos y que ahora se ha tenido que paralizar. Esto también ha hecho mella en sus ánimos pero Raquel se queja poco <<hay mucha gente sufriendo a nuestro alrededor, mucha gente peor que nosotros, yo me quejo poco del aislamiento en casa, no me parece decente hacerlo, teniendo en cuenta cómo lo están pasando en hospitales, por ejemplo>>. Raquel imagina ahora el encuentro cuando pase todo esto, cuando, por fin, estén los tres juntos, tomando ese café del que habla su hija, <<supongo que lloraré de la emoción… le voy a dar un abrazo que va a durar otra cuarentena>>.
Inma M. C. también es madre y aunque su pareja viene todos los días a dormir a casa, ella se ocupa la mayor parte del día de atender a su hija, también de 3 años, y compatibilizar estos cuidados con el teletrabajo. Al menos, de las compras de alimentación se encarga su pareja. Para Inma cuidar de su hija y teletrabajar al mismo tiempo le está generando <<un poquito de estrés>> y considera que son tareas incompatibles. Sobre todo, en su caso con un niña tan pequeña que no tiene tareas escolares como los niños de mayor edad, por lo que su hija necesita de su atención constantemente. Pese a que se esfuerza por ponerle manualidades, al final, lo más fácil es <<tirar de pantallas>>, algo que le agobia y le hace sentirse mal. Ambas, como nos cuenta Inma, se contagian y se retroalimentan emocionalmente, los días malos de su hija lo son también para Inma y viceversa. A Inma le gustaría sentirse más respaldada por su empresa y considera que estos días de confinamiento ponen de manifiesto, más que nunca, el problema de la conciliación familiar y laboral.
De especial vulnerabilidad es el caso de Diana L.O., una madre soltera que está al cuidado de su madre de 73 años y de un hijo adolescente. Diana tiene que tener especial cuidado estos días porque su madre forma parte del grupo de riesgo, además de por su edad, sufre broncopatías. Así que tiene que extremar las precauciones cada que vez que tiene que salir de casa para comprar alimentos o sacar a los perros. Estos días de incertidumbre se ven agravados por la situación económica que vive esta familia. Diana que en estos momentos no puede trabajar por problemas de salud lleva esperando 7 meses a que los servicios sociales del Ayuntamiento de Murcia le concedan la ayuda de emergencia. Cree que esta situación demorará todavía más esta respuesta. Mientras tanto, la familia logra salir adelante, como puede, gracias a la pensión de viudedad de su madre y de una pequeña ayuda que reciben del IMAS. Esta situación esta repercutiendo emocionalmente en Diana, que ya recibía asistencia psicológica antes del confinamiento, aunque no puede permitirse desmoronarse ahora porque, como explica, <<si a mi me pasa cualquier cosa, si pierdo la fuerza, quién asiste a mi familia>>.